Hoja

HOJA

Alejándome, de ti, por blanca y pura;

Angustia, de querer decir, y no poder;

Tan fría, políticamente callada;

Inmóvil, tan pálida, te vi desnuda;

Aterrado, sin motivo, te acaricié. . .

La elocuente, genialidad, supuse;

De gigantes, históricos escritores;

Tan solo, registré, grandes sinsabores;

Y sobre ellos, explayarme propuse;

Mas, tilde, símbolo, guión o gráfico;

Blanca, pura; sobre ti, ninguno puse. . .

RubiMösch 10/3/08

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lunes, 6 de junio de 2022

 

                                                 La Vida

 

Es un día especial, como todos, lluvioso, como algunos.

Se refrescó el ambiente, ese aire pesado y pegajoso del verano, enero del 90.

Uno se siente pesado , decaído, atado de pies y manos, con esa presión sobre la mollera, que no le permite, moverse, pensar y ni siquiera gesticular palabra alguna, como aquel hombrecito, que la noche de su décimo aniversario de casado, engañó a su esposa, con esa prostituta, obesa, llena a rebalsar, de grasa y problemas y solo hablaba de : Sus posibles e ilusorios machos, llenos de guita, pero, la esquivaban por pudor y además ella no era puta, lo hacía por el hijo que tuvo de soltera, de aquél guacho que, le hizo el verso, fugándose con la guita ahorrada trabajando de casa en casa, sumándole algunas propinas de esos patrones bondadosos y libidinosos, siempre en su postura asumida de “fue por necesidad “.Estaba contenta, ella sabía que él volvería al quemársele toda la guita y como lo amaba y era el hombre de su vida, lo aceptaría y bancaria con la guita que ganaba en el burdel.

A medida que transcurre el tiempo, aquel hombrecito farandulero, se siente más insignificante, sucio, ultrajado, arrepentido y deseoso de revelar su aventura, a su amada, adorada y relegada mujer, como para sacarse de encima, las ligaduras y pesadez, o ¿¡El remordimiento!?

Entonces, una lluvia como ésta, colabora para levantar el ánimo, sacar el verdadero espíritu luchador, activo; intenta uno mojarse con esa lluvia, fina y fría, como para lavarse pecados y fechorías; quitarse esa baba pegajosa que nos envuelve, acumulada día a día, dado los seres que nos rodean, en el trabajo, la radio, televisión, el almacén, jardín de infantes de los chicos, el milico que nos quiere cobrar la multa, el cuidador de la cochera, los impuestos, el agua de la cuneta, y muchas cosas más; todo esto ¡ culpa del gobierno!   

Ese gobierno, que cambia de nombre y camiseta, pero no de director técnico, entonces debemos hacer siempre las mismas gambetas, para llegar a fin de mes, las mismas combinaciones para llegar de un laburo a otro, o incrementar los ingresos económicos. Los mismos piques a ningún lado, los toques hacia un costado de la cultura, y nosotros seguimos siempre, con la pelota en los pies, pensando que hacer, a quien tocársela evitando la responsabilidad de avanzar, si la tiramos afuera, o a la tribuna que nos chifla, como parando el juego, porque llueve, y esa lluvia fría y fina que nos moja los huesos, hace cada ves más pesada la pelota, no rebota, no nos permite caminar, avanzar.

Nuestra mente, ocupada en la próxima jugada, no permite desviar la vista hacia el banco, donde el DT brinda con champaña, acompañado por ilustres señores y dulces señoritas, que lo acicalan y le sonríen, todas de algodón; mientras, nuestra pelota aumenta su peso, el césped se convierte en ripio, nuestros compañeros de equipo no aparecen, no existen; el arco contrario cada ves más lejos; y esos… nuestros contrarios, once tipos que nos faltan sortear y vencer. Vencer para llegar, airosos, contentos, con más peso sobre los hombros, por el esfuerzo realizado; tan solo nos quedará fuerzas para levantar la copa diciendo: Un año más… ¡Feliz año nuevo!

Así, jugaremos setenta, ochenta, o tal vez noventa partidos - ¡Ojala! – tratando de no hacer full, para que no nos expulsen antes de tiempo, y aquél que lo logre y juegue su último partido, pasados los ochenta, solo atinará a mirar hacia atrás, como queriendo jugar nuevamente en inferiores; también verá, como aquel gallo de riña, negro brilloso de sudor, babeante de alegría, triunfante, agite sus alas, mostrando su espolón rojo, en señal de expulsión; truncándole, tal vez, el mejor partido dada su experiencia y su paz espiritual.

Ante todo, y a pesar de todo, casi ronco, se le escuchará murmurar, con una mueca irónica 

¡Gracias Dios mío…!  

 

 

Rubi Mosch  17/01/90

domingo, 1 de abril de 2012

Cuento corto? o ensayo...


                                                 La Vida

Es un día especial, como todos, lluvioso, como algunos.
Se refrescó el ambiente, ese aire pesado y pegajoso del verano, Enero del 90.
Uno se siente pesado , decaído, atado de pies y manos, con esa presión sobre la mollera, que no le permite, moverse, pensar y ni siquiera gesticular palabra alguna, como aquel hombrecito, que la noche de su décimo aniversario de casado, engañó a su esposa, con esa prostituta, obesa, llena a rebalsar, de grasa y problemas y solo hablaba de : Sus posibles e ilusorios machos, llenos de guita, pero, la esquivaban por pudor y además ella no era puta, lo hacía por el hijo que tuvo de soltera, de aquél guacho que, le hizo el verso, fugándose con la guita ahorrada trabajando de casa en casa, sumándole algunas propinas de esos patrones bondadosos y libidinosos, siempre en su postura asumida de “fue por necesidad “.Estaba contenta, ella sabía que él volvería al quemársele toda la guita y como lo amaba y era el hombre de su vida, lo aceptaría y bancaria con la guita que ganaba en el burdel.
A medida que transcurre el tiempo, aquel hombrecito farandulero, se siente más insignificante, sucio, ultrajado, arrepentido y deseoso de revelar su aventura, a su amada, adorada y relegada mujer, como para sacarse de encima, las ligaduras y pesadez, o ¿¡ El remordimiento!?
Entonces, una lluvia como ésta, colabora para levantar el ánimo, sacar el verdadero espíritu luchador, activo; intenta uno mojarse con esa lluvia, fina y fría, como para lavarse pecados y fechorías; quitarse esa baba pegajosa que nos envuelve, acumulada día a día, dado los seres que nos rodean, en el trabajo, la radio, televisión, el almacén, jardín de infantes de los chicos, el milico que nos quiere cobrar la multa, el cuidador de la cochera, los impuestos, el agua de la cuneta, y muchas cosas más; todo esto ¡ culpa del gobierno!  
Ese gobierno, que cambia de nombre y camiseta, pero no de director técnico, entonces debemos hacer siempre las mismas gambetas, para llegar a fin de mes, las mismas combinaciones para llegar de un laburo a otro, o incrementar los ingresos económicos. Los mismos piques a ningún lado, los toques hacia un costado de la cultura, y nosotros seguimos siempre, con la pelota en los pies, pensando que hacer, a quien tocársela evitando la responsabilidad de avanzar, si la tiramos afuera, o a la tribuna que nos chifla, como parando el juego, porque llueve, y esa lluvia fría y fina que nos moja los huesos, hace cada ves más pesada la pelota, no rebota, no nos permite caminar, avanzar.
Nuestra mente, ocupada en la próxima jugada, no permite desviar la vista hacia el banco, donde el DT brinda con champaña, acompañado por ilustres señores y dulces señoritas, que lo acicalan y le sonríen, todas de algodón; mientras, nuestra pelota aumenta su peso, el césped se convierte en ripio, nuestros compañeros de equipo, no aparecen, no existen; el arco contrario cada ves más lejos; y esos… nuestros contrarios, once tipos que nos faltan sortear y vencer. Vencer para llegar, airosos, contentos, con más peso sobre los hombros, por el esfuerzo realizado; tan solo nos quedará fuerzas para levantar la copa diciendo: Un año más… ¡Feliz año nuevo!
Así, jugaremos setenta, ochenta, o tal vez noventa partidos - ¡Ojala! – tratando de no hacer full, para que no nos expulsen antes de tiempo, y aquél que lo logre y juegue su último partido, pasados los ochenta, solo atinará a mirar hacia atrás, como queriendo jugar nuevamente en inferiores; también verá, como aquel gallo de riña, negro brilloso de sudor, babeante de alegría, triunfante, agite sus alas, mostrando su espolón rojo, en señal de expulsión; truncándole, tal vez, el mejor partido dada su experiencia y su paz espiritual.
Ante todo y a pesar de todo, casi ronco, se le escuchará murmurar, con una mueca irónica 
¡ Gracias Dios mío…!  


Rubi Mosch  17/01/90